Alfredo Fernández delante de la sede de El PaísAlfredo Fernández, portavoz del Colectivo Sergio Gámez, ha lanzado un contundente contraataque en respuesta a los recientes artículos de El País. En una carta abierta, Fernández desmiente acusaciones y critica duramente las tácticas periodísticas del diario, acusándolo de falta de ética y manipulación en su cobertura de casos de abuso sexual.

La carta detalla una llamada de 21 minutos con Íñigo Domínguez, periodista de El País, donde Fernández percibe un intento de intimidación y falta de rigor periodístico. Critica a Domínguez por centrarse más en su vida personal y laboral que en la veracidad de los casos de abuso. Acusa a El País de enfocarse únicamente en abusos relacionados con la Iglesia, ignorando otros casos y sugiere que hay una motivación ideológica detrás de su cobertura.

Fernández expone su visión sobre la falta de contraste de informaciones por parte de El País y cómo su colectivo ha buscado desenmascarar lo que consideran una campaña ideológica contra la Iglesia. Menciona su rechazo a participar en un programa de radio de la SER, alegando que la noticia debería centrarse en las prácticas periodísticas de El País y no en él como individuo.

La carta concluye con una denuncia sobre el tratamiento que El País ha dado a su persona y a su familia, calificando la actitud del periódico como propia de "matones de barrio". Fernández agradece irónicamente la publicidad que El País le ha brindado y reafirma su compromiso con la Iglesia de Cristo.

Reproducimos a continuación el comunicado íntegro:

El País, un master para matones de barrio

"13:05 de la tarde del pasado viernes. Suena mi teléfono móvil con un número que no tengo guardado. Mi interlocutor se identifica como Íñigo Domínguez, de El País. Le reconozco entonces como uno de los artífices de la farsa que mezcla informaciones de abusos sexuales contrastados y falsos. Le saludo con cortesía y él me pregunta si prefiero que me llame Sergio (por aquello de que el falso abusado se llama Sergio Gámez).

21 minutos de charla. Al principio parece que hace preguntas inocentes y poco a poco, en el transcurso de la conversación, va mostrando sus cartas. Había hecho los deberes: me había investigado más a mi que a algunos de los casos falsos de abuso sexual que ha publicado. Si me ha indagado tanto, digo yo que podría haber usado por lo menos el mismo esfuerzo y rigor en investigar el caso de abuso del bollycao que se han comido y los que vendrán. No sé si me querían amedrentar. No creo, porque eso sería éticamente reprobable para un socialdemócrata convencido.

Cual maestro que imparte lecciones de ética me espeta que pertenezco a una institución de la Iglesia, el Opus Dei, hace un repaso a mi currículum profesional, pasado y presente, manifiesta sus dudas sobre posibles incompatibilidades laborales e incluso me siento amenazado cuando desliza que quizá haya trabajado el falso abuso en mi horario laboral…

Me pregunta si detrás de haber desenmascarado la mala praxis periodística de El País está el Opus Dei, o algún obispo. Si está la Iglesia como tal detrás de todo. Me produce hilaridad sus preguntas de macarra.

Se muestra muy preocupado por si saldrán más casos de abusos inventados y publicados en El País. Le veo intranquilo por esta cuestión. Compruebo que tiene muy estudiada toda la información que ha salido sobre el tema en todos los medios de comunicación religiosos de España, y alguno extranjero. Se lo ha leído todo. Y no hace más que preguntarme: “¿vais a parar?”. Le contesto que no puedo decirle nada al respecto, que quizá salgan a la luz algunos casos más. Me dice que sólo ha sido un caso y le reto a reconocer su mala praxis si salen más casos falsos publicados. Se niega, quizá por la tan conocida superioridad moral de la izquierda mediática.

Le explico que lo hemos hecho para desenmascarar su campaña ideológica. Que ellos no trabajan a favor de las víctimas, sino para su propio ego personal. Que si trabajaran por las víctimas se habrían esforzado en que no se les colara ningún caso falso. Lo que ellos quieren es denostar a la Iglesia, y ese es el motivo por el que hemos realizado esta auditoría a El País.

Cuando le espeto con claridad sus manipulaciones me contesta con un argumento que bien prueba su talla intelectual. Me dice que él no ha mentido en la información. Que ha contrastado con una fuente -reconoce que sólo una fuente (1)-, y que él solo informa de que la institución está investigando. Omite de manera torticera que él es el que se ha dirigido primero a la institución para contarle que tiene un caso y que lo investigue. A continuación publica la noticia de que la institución lo está investigando. Periodismo de calidad, muy objetivo y racional.

En un arrebato de chantaje emocional, me cuenta que las víctimas estaban cabreadas al día siguiente de publicarse la noticia en ABC. Y yo le contesto que sí, que las verdaderas víctimas están cabreadas porque El País no ha distinguido las verdaderas de las falsas. Si hubieran hecho bien su trabajo estaría de acuerdo con ellos, porque parecía la única manera de que los obispos se pusieran las pilas y tomaran medidas severas. Tengo la experiencia de acompañar durante un tiempo a una víctima, ayudándole en su dolor, comprendiendo sus secuelas, como para que estos maestrillos de un periodismo de pueblo me vengan a dar lecciones de no se sabe muy bien qué.

A continuación me pregunta que si creo que es ético lo que estoy haciendo, y le contesto que la falta de ética precisamente está en no contrastar las informaciones. De nuevo me ataca con su superioridad moral, que a mi, sinceramente, no me intimida. No será el primer caso, ni el último, en que un periodista se infiltra en una organización o se hace pasar por otra persona para contrastar, verificar… Nos hemos hecho pasar por víctima con un fin profesional. Esto se llama de toda la vida de Dios periodismo de investigación -tenemos miles de ejemplo en los anales del periodismo-, precisamente lo que estos becarios de El País no han hecho.

Pasa entonces a ofrecerme que participe en un programa de radio de la SER, en el que él trabaja, para contar mi versión. Le contesto que no, que yo no soy la noticia, sino que la noticia es que El País no contrasta sus fuentes y su información en casos tan sangrantes y serios como son los abusos sexuales. Me pregunta que por qué digo que esto es una cuestión ideológica y le contesto que lo es porque ellos solo están interesados en un pequeño porcentaje de los abusos sexuales que se cometen en España, obviando los que no proceden del ámbito eclesial. Y lo sé bien, pues también lo tenemos acreditado mediante correos. Lo que buscan es denostar a la Iglesia, con razón o sin ella.

Después de haber visto mi cara hoy en las páginas de El País, me reafirmo en que toda esta auditoría que estamos realizando vale la pena. La actitud de leona herida que manifiestan no hace más que confirmarnos, a mí y al equipo, que estamos desenmascarando las falsedades de este periódico, que vamos por el buen camino.

Ya que a Íñigo Domínguez se le llena la boca hablando de ética periodística, pienso que debería leer despacito el libro de Estilo de El País, que plantean como un contrato que tienen con los lectores. Contrato que incumplen por lo menos en lo referente a la información sobre abusos sexuales en España. Tampoco es muy ético intentar acojonar al mensajero haciendo gala de datos personales que obran en su poder. Después de todo esto espero que no me pase nada, ni a mi ni a mi familia, porque sinceramente esta actitud del periódico gubernamental me parece propia de unos matones de barrio. Y esto que digo es opinión, no información.

Agradezco a El País la publicidad que me ha hecho. Llevo todo el día recibiendo parabienes. Yo no quería ser noticia, ni es mi intención en ningún momento, pero a nadie le amarga un dulce, sobre todo si es para el bien de la Iglesia de Cristo.

Salud, hermano Íñigo.

Alfredo Fernández
Portavoz del Colectivo Sergio Gámez

(1) El hecho de que una información haya sido facilitada por una fuente con la petición de que no sea difundida (en la jerga, una información off the record) no impide su publicación si se obtiene honradamente por otros medios. De otra manera, esa confidencialidad supondría una censura externa para una información que está al alcalce del periodista (Libro de Estilo de El País, 1,17)

---------------------------

Ponemos en marcha una investigación para verificar el periodismo de El País y solo de El País. Si conoce algún caso de abusos periodísticos (falta de rigor, omisiones fundamentales, desidias, pseudoinvestigaciones…) de El País que no haya visto la luz, envíenoslo a Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.. Si el caso es de América Latina, puede usar este mismo correo.

(Velamos por la observancia del Libro de Estilo, El Estatuto de Redacción de El País, así como la correcta labor del Defensor de El Lector).

No es ideológico; es por el derecho de los lectores."


Escribir un comentario

Enviar